domingo, 13 de febrero de 2011

A la luz de las velas

A la luz del las velas todo se ve distinto. Las formas cambian y las sensaciones se transforman, entonces afloran pensamientos que jamás imaginamos y sentimientos que pensamos siempre ajenos; nos embarga la nostalgia a veces, la nostalgia pura; a veces nos inunda el romance, puro también; puede que nos toque el amor fraterno, el que sentimos por alguna persona especial o el que se siente por ideales como la belleza o la virtud, pero todos han de ser lo más puros posible.

A la luz de las velas todo se ve distinto. Y no importa la vela en sí, su forma o color, importa sólo el fuego y su luz.

Todo lo que escriba para este blog será así: con las luces apagadas y las velas encendidas. Es un trato. Por ser esta la primera entrada lo hago bajo la luz de una sola vela, para la siguiente encenderé dos y para la tercera tendré tres velas encendidas. Sólo espero que nadie lo interprete mal. Imagina que alguien entra a mi habitación cuando vaya por la entrada número ciento veintitrés y repara  en las velas apagadas, imagina que lo difunda sin antes hablar conmigo, entonces temo que dejaría yo de ser dos para ser sólo Paulo con Pauros fuera de servicio. Sería terrible.

Olvídalo.

Pero bueno, disfruta de este blog, de cada entrada, de cada palabra. Espero que mientras avanzas aprendas a ver lo bello del universo como lo veo yo; que disfrutes de la belleza punto por punto, en cada brizna de hierba que se mece al viento, en cada gota de lluvia que cae de de las hojas de un árbol detrás de la tormenta al suelo calmo y apacible; que entiendas que lo simple es complejo; lo complejo, bello y todo así de hermoso es el regalo de un Dios de amor, que la luz de su ciencia brilla sobre la nuestra y nos muestra lo oscuro de nuestro conocimiento, conocimiento que es verdad a medias, conocimiento que es ignorancia dos veces.

Se me va a acabar la vela y parece que ya empieza a amanecer, me voy a dormir entonces.

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